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miércoles, 25 de diciembre de 2019

Un poema de Vicente Gallego

Maneras de escuchar un blues
Es hermosa esta noche de verano,
aunque no más hermosa
que cualquier otra noche de verano.
Es hermosa esta noche en que estoy solo,
y fumo, y he dejado
en penumbra la casa mientras suena
un dulce y triste blues,
un blues tan triste y dulce como otros.
Nada en mí, ni en la noche, ni en la música,
se diría especial, y sin embargo
existe algo muy hondo en esas cosas
que parecen sencillas:
una extraña grandeza que no acaba
de ser exaltación, tragedia, paz,
pero que es todo eso, y es también
un sentir claramente
que para que esto ocurra ha sido necesario
apurar estos años, acumular recuerdos,
haber ganado
y haber perdido tantas cosas.
Para que este piano suene así,
para temblar así con esta música,
ha sido necesario
ir llenándola poco a poco
de belleza y de daño, ir llenándola
con nuestra propia vida, para que se parezca
a nuestra propia vida, y suene así:
tan insignificante
y tan grande, tan triste, tan hermosa.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Bajo el burlón mirar de las estrellas, poemas de Gustavo Roldán

“Cálida habitación” de Fumi Koike


Aquí y ahora

Y aquí y ahora
en la mitad del camino de la vida
en estos primeros setenta años
emprendo los regresos
que siempre estamos esperando.


Nada es fácil

No es fácil
volver de París
en realidad nunca es fácil
volver de ningún lado.
Demasiadas palabras nos atan
demasiadas lunas y lluvias
y penas.
Eso pasa en París
o en cualquier parte
donde caminamos una calle
en un atardecer.
Ya me fui despidiendo
sin saberlo quizás
de casas y personas.
Tampoco ellas lo saben.
Cómo saberlo 
si nadie conoce
lo que haremos mañana.
Pero esa calle esa puerta
esa mujer...
aquella voz...
el ruido de esos pasos...


Las puertas del cielo

Toqué el cielo con las manos
pero eso es poco
bebí el jugo del cielo
ese desatino
que enloquece a los hombres
y quise más.
Nunca estaré conforme
ni podré olvidar
las puertas de la dicha.


Dónde la luz

Gastamos las horas y los días
como una mariposa alrededor de la luz.
¿Era la luz?
¿O nos equivocamos
como la mariposa 
que quemó sus alas
en el fuego de una lámpara?




Arte etrusco en terracota del siglo III a.c. 




Ese gesto de una mano

Imposible olvidarlo
porque se parece
a la melodía de los sueños
una mano que toma una mano
una mano que aprieta y atrae
hacia la forma perfecta de la dicha.


Quien podrá comprender

Quién podrá comprender
cierto amanecer y cierta sombra
el merecido olvido de algún rostro
que sin embargo vuelve y se repite
y el inútil intento de grabar
tu mirada y tus dientes
o lo misterioso del perro
que ha pasado la noche sin ladrar.
Un espejo roto
no se convierte en dos pedazos
sino en dos espejos.


Afuera es noche y llueve tanto

¿Habrá sido como esta
la noche del diluvio?
Aquella noche
cuando los afortunados
subieron al arca
y posaron sonrientes
para los fotógrafos
que cumplían su misión
con los pies en el agua
con el agua hasta las rodillas
con el frío hasta la cintura
con el agua al cuello
y finalmente
dando brazadas de espanto.
Los últimos 
los que sabían nadar
sacaban una toma final
y se hundían desesperados
por las fotos
que ya nunca
podrían revelar.
Lástima grande
no quedó
ningún documento
para la historia.


Punto final

No hay retorno.
Qué nos queda sino cuidar la memoria
y regar esa planta salvaje
que trata de salvarnos.
Nunca sabremos
qué era lo mejor
pero elijo lo amargo
lo atroz de la memoria
y reniego del olvido.


Me conformo con poco

Me conformo con poco
casi ni espero
el castigo de los asesinos.
Demasiados cómplices los protegen.
Entonces
cuido mi corazón
escojo las noticias de los diarios
y me alejo
de las causas perdidas.
Pero no hay caso
vuelven
siempre vuelven.

(Gustavo Roldán, Bajo el burlón mirar de las estrellas)

miércoles, 6 de noviembre de 2019

La pesadora de perlas, poemas de Circe Maia

Plants as Ornament, 1896


INVITACIÓN

Me gustaría 
que me oyeras la voz y yo pudiera
oír la tuya.

Sí, sí, hablo contigo
mirada silenciosa
que recorre estas líneas.

Y repruebas, tal vez, este imposible
deseo de salirse del papel y la tinta.
¿Qué nos diríamos?

No sé, pero siempre es mejor
que el conversar a solas
dando vuelta a las frases, a sonidos
el poner y el sacar paréntesis (y al rato
colocarlos de nuevo). 

Si tu voz interrumpiera 
y quebrara esta misma
línea... ¡Adelante!
Ya te esperaba. Pasa.
Vamos al fondo. Hay algunos frutales.
Ya verás. Entra.



EL GOLPE NEGRO

¿Otra vez vas a hablarme de plantas?
—Pero ésta
merece que la mires.

Una flor tan enorme
blanca, estirada, abierta,
y en su interior —ya ves—
llena de insectos negros.

Y todo alrededor, también esconde
—rodeado de verdores—
el golpe negro, que se da en los bordes
o por adentro mismo

muy adentro.



DIFERENCIA

Lo que fue,
todavía se asoma
de a ratos.

Lo que no fue
grita un grito
horroroso

con su boca
sin labios.

(Breve sol, 2001)


Piri Reis, 1513

CICATRICES

Abiertas heridas
sobre la piel del tiempo.
¿Cicatrizan?
Los días
depositan sus vendas.
Se alisan y se lavan
rastros sanguinolentos.
¿Se recobra el herido?
—Sí, totalmente—
(Aunque al caer la noche
la herida sangra
a veces.)

(Dos voces, 1981)


SUPERFICIES

La mayoría de las veces
a lo largo del día
pisa el pie —sin saberlo— superficies
extraordinariamente frágiles.

¿Pero cómo es posible
que de a ratos parezcan
firmes e indestructibles
como hechas de diamante?


VOCES EN EL COMEDOR

La puerta quedó abierta
y desde el comedor llegan las voces.

Suben por las escaleras
y la casa respira.
Respira la madera de sus pisos
las baldosas, el vidrio en las ventanas.

Y como por descuido se abren otras puertas
como a golpes de viento
y nada impide entonces que se escuchen las voces
desde todos los cuartos.

No importa lo que dicen.
Conversan: se oye una,
después se oye otra.
Son voces juveniles,
claras.

Suben
peldaños de madera
y mientras ellas suenan
—mientras suenen—
sigue viva la casa.

(Circe Maia, Superficies, 1990)

domingo, 13 de octubre de 2019

Un poema de Alejandro Schmidt

BIJOU
Retrato de silueta sobre oropel, arte popular estadounidense














Como a un pedazo de oro falso que se usa para la bijou cara
buscaba está mañana algunas notas
Resulta tan obvio todo
el viento helado por las paredes rotas de octubre
la desaparición
lo que fuiste capaz de pensar de mí no fuiste capaz de sentirlo
no espero nada
ya esperé por años como un perro en la puerta
se llama haber vivido
devastación
también se llama con nombres menos suntuosos
lo cursi
lo vulgar
se teme tanto
como a la verdad
(te amo te amo te amo)
esas notas
de hace años
donde nunca estaba
ni tu sombra plateada
ya las voy a encontrar...

(Alejandro Schmidt)

viernes, 13 de septiembre de 2019

Lugares cercanos


sábado, 7 de septiembre de 2019

sábado, 31 de agosto de 2019

Dos poemas de Valerio Magrelli

El lápiz no debiera dejar nunca
la mano del que escribe.
Ahora es un hueso suyo, un
dedo suyo.
Y rasca como un dedo, agarra,
indica.
Es una rama del pensamiento
y da sus frutos:
ofrece refugio y sombra.








Por la tarde, cuando queda poca luz,
oculto en mi cama,
capturo perfiles de razonamientos
que fluyen sobre el silencio de mis miembros.
Aquí es que debo tejer
el tapiz del pensamiento
y disponiendo los hilos de mí mismo
dibujar conmigo mis contornos.
No soy el autor de una obra,
sino apenas un obrero.
Primero el papel, luego el cuerpo.
Generar la forma del pensamiento,
cortarla a medida.
Pienso en un sastre
que fuera él mismo su tela.




(Valerio Magrelli, Ora serrata retinae. Traducción: Fernando Pérez)

sábado, 10 de agosto de 2019

Dos poemas de Laura Yasan

DE CÓMO DENIGRARON A LA POBRE SERPIENTE QUE NO TUVO LA CULPA DE NADA
Laura Yasan

              Obra de Aitch/Heliana Adalgiza
fui la primera mujer sobre la tierra 
la vida era plácida 
los frutos dulces y la hierba blanda 
no había nombres todavía 
ni objeto 

pero así no estaba planeado 

un día llegó un animal del todo diferente 
se parecía a mí
unas partes de menos 
otras de más 
al verme gritó loco de contento 
agradecía 

acabar con la evolución le tomó apenas un instante 
millones de años perdidos en llegar al lenguaje 
porque habló 
ese día y en ese momento 
habló para decir 

quiero mi purecito de manzana 

alguien más tarde tergiversó esta historia 
fundó otros mitos
de qué sirvió 
ya todo estaba arruinado 

la razón es tan simple 

no por la burda fábula de la serpiente 
nos echaron a patadas del paraíso 
fue porque accedí




APUNTES DE FE

creo en lo que se mueve detrás de la aspereza
en la instancia agotada de una promesa rota
creo en la inmediatez
creo en las despedidas
en los cuerpos vencidos por el peso de la parte que falta
creo en la vanidad
creo en lo efímero
en la trinchera que construye la noche con las piedras del día
creo en los pactos del azar
en la brutalidad de los sentidos
en esa dentellada que sufren los cimientos cada nueva estación
yo pego inútilmente la espalda a la pared
vivo en esa cornisa
tarde o temprano me romperé los dientes sin el menor estilo
sé predecir esa obviedad
creo en la conveniencia de recapitular
en la esforzada dignidad que me asiste
en los favores del instinto
más que en ninguna cosa

lunes, 5 de agosto de 2019

"Una calle para mi nombre" de Izet Sarajlić

TEORÍA DE LA DISTANCIA

La teoría de la distancia la han inventado los estrictos,
aquellos que no quieren arriesgar en nada.

Yo pertenezco a aquellos
que creen que del lunes
se debe hablar el lunes;
es probable que el martes sea demasiado tarde.

Obviamente es difícil estando en la cantina,
mientras caen los proyectiles,
escribir poesía.

La única cosa más difícil es no escribir.


UNA CALLE PARA MI NOMBRE

Paseo por la ciudad de nuestra juventud
y busco una calle para mi nombre.

Las calles grandes, ruidosas,
se las dejo a los grandes de la historia.
¿Qué hacía yo mientras se hacía la historia?
Simplemente te amaba.
Busco una calle pequeña, simple, cotidiana,
a través de la cual, sin llamar la atención de nadie,
podamos pasear incluso después de la muerte.
No es importante que tenga un paisaje hermoso,
tampoco que haya pájaros.
Lo importante es que en ella puedan tener refugio
cualquier hombre o perro en peligro.
Sería hermoso que estuviera empedrada,
pero tampoco esto es imprescindible.
Lo más importante es que
en la calle que lleve mi nombre
no le suceda nunca a nadie una desgracia.


viernes, 5 de julio de 2019

"Guiando la hiedra" de Hebe Uhart


     Aquí estoy acomodando las plantas, para que no se estorben unas a otras, ni tengan partes muertas, ni hormigas. Me produce placer observar cómo crecen con tan poco; son sensatas y se acomodan a sus recipientes; si éstos son chicos, se achican, si tienen espacio, crecen más. Son diferentes de las personas: algunas personas, con una base mezquina, adquieren unas frondosidades que impiden percibir su real tamaño; otras, de gran corazón y capacidad, quedan aplastadas y confundidas por el peso de la vida. En eso pienso cuando riego y trasplanto y en las distintas formas de ser de las plantas: tengo una que es resistente al sol, dura, como del desierto, que tomó para sí sólo el verde necesario para sobrevivir; después una hiedra grande, bonita, intrascendente, que no tiene la menor pretensión de originalidad porque se parece a cualquier hiedra que se puede comprar en todos lados, con su verde tornasolado. Pero tengo otra hiedra, de color verde uniforme, que se volvió chica; ella parece decir: "Los tornasoles no son para mí"; ella responde creciendo muy lentamente, umbría y segura en su cautela. Es la planta que más quiero; de vez en cuando la guío, yo comprendo para dónde quiere ir y ella entiende para dónde yo la quiero guiar. A la hiedra tornasolada a veces le digo "estúpida" porque hace unos arabescos al pedo; a la planta del desierto la respeto por su resistencia, pero a veces me parece fea. Pero me parece fea cuando la veo con la mirada de otras personas, cuando viene visita: a mí en general me gustan todas. Por ejemplo hay una especie de margarita chica, silvestre, que la llaman flor de bicho colorado; no sé con qué criterio se la distingue de la margarita. A veces miro mi jardín como si fuera de otro y descubro dos defectos: uno, que pocas plantas caen graciosamente, con cierta frondosidad y movimientos sinuosos: mis plantas son como quietitas, cortitas, metidas en su maceta. El segundo defecto es que tengo una gran cantidad de macetitas chicas, de todos los tamaños, en vez de grandes macizos estructurados, bien pensados; porque fui demorando mucho esa tarea de tirar lastre, digamos y la misma expresión, tirar lastre, o sanear, referida a mis plantas, tiene algo de maligno. Fui demorando todo lo posible el uso de la malignidad necesaria para sobrevivir, ignorándola en mí y en otros. Vinculo la malignidad a la mundanidad, a la capacidad de discernir inmediatamente si una planta es flor de bicho colorado o margarita, si una piedra es preciosa o despreciable. Vinculo o vinculaba malignidad a desprecio electivo en función de algunos objetivos que ahora no me son extraños: el trato con gente, con mucha gente, los rencores, la reiteración de personas y situaciones; en fin, el reemplazo del asombro por el espíritu detectivesco me contaminó a mí también de maldad. Pero me siguen asombrando algunas cosas. Yo hace cuatro o cinco años había rogado a dios o a los dioses que no me volviera drástica, despreciativa. Yo decía: "Dios mío, que no me vuelva como la madre de 'Las de Barranco'". La vida de esa madre era un perpetuo aquelarre; invadía los asuntos de los que la rodeaban, vivía su vida a través de ellos, de modo que no se sabía cuáles eran sus verdaderos deseos; no tenía otro placer que no fuera la astucia. Yo, antes de ser un poco como la de Barranco, miraba a ese modelo como algo espantoso y una vez incorporado, me sentí más cómoda: la comodidad de dejar lastre y olvidar, cuando hay tanto para recordar que no se quiere volver atrás. Ahora a la mañana pienso una cosa, a la tarde, otra. Mis decisiones no duran más allá de una hora y están exentas del sentimiento de ebriedad que las solía acompañar antes; ahora decido por necesidad, cuando no tengo más remedio. Por eso otorgo escaso valor a mis pensamientos y decisiones; antes mis pensamientos me enamoraban; yo quería lo que pensaba; ahora pienso lo que quiero. Pero lo que quiero se me confunde con lo que debo y perdí la capacidad de llorar; debo distraerme mucho de lo que quiero y debo, o simplemente estoy en una especie de limbo donde se sufre un poco: algunas contrariedades (cuyo efecto puede ser previsto), pequeñas frustraciones (susceptibles de ser analizadas y compensadas). Descubrí la parte de invento que tienen las necesidades y los deberes: pero los respeto en seco, sin gran adhesión, porque organizan la vida. Si lloro, es más bien sin mi consentimiento, debo distraerme de lo que quiero y debo; sólo permito que aflore un poquito de agua. Los sentimientos hacia las personas también han cambiado; lo que antes era odio, a veces por motivos ideológicos muy elaborados, ahora es sólo dolor de barriga, un aburrimiento se traduce en dolor de cabeza. Perdí la inmediatez que facilita el trato con los chicos y aunque sé que se recupera con tres carreritas y dos morisquetas, no tengo ganas de hacerlas, porque envidio todo lo que hacen ellos: correr, nadar, jugar, desear mucho y pedir hasta el infinito. Últimamente me he pasado gran parte del tiempo criticando la educación de los chicos porteños con quien fuese, y sobre todo con los taximetreros. En general nos ponemos de acuerdo; sí, los chicos porteños son muy mal educados. Pero es un acuerdo tan triste, que a partir de ese tema no cunde ninguna conversación.

     Pienso ahora que el motivo de la quema de brujas no fue ni andar por el aire con la escoba, ni las asambleas que hacían; era más bien el que picaran huesos, picaran sesos hasta dejarlos bien molidos. También dejaban orejas de cerdo en remojo y usaban el caldo para dar brillo a los pisos; de paso, podía ser que alguien patinara y se cayera, esto como un beneficio muy ulterior; ellas no le atribuían demasiada importancia. Las brujas mataban así tres pájaros de un tiro y ése era su poder. Rumiando reconstituían los pensamientos, los cocinaban y también cocinaban el tiempo para obtener el mismo producto bajo diferentes formas. Por ejemplo, el gato; la bruja no tiene antepasados, ni marido, ni hijos; el gato representa todo eso para ella, con el gato anula la muerte. La bruja trabaja como los jíbaros, para reconstituir un orden de lo semivivo; por eso remoja, hierve y mezcla perfumes con sustancias asquerosas: es para rescatar del olvido a las sustancias asquerosas; se las recuerda a los que quieren olvidarlas en nombre del encanto, de la estética y de la vida viva. No, no es por franquear las distancias por lo que fueron castigadas; fue por la trama secreta de la experimentación que podía alterar la inmediatez de los sentimientos, de las decisiones, de los seres, que la vida sostiene con las reglas que le son propias. Y no retrocede ante la cruz, como se dice, porque es un objeto inanimado; retrocede ante el cordero pascual.

     Ahora, que soy un poco bruja, me observo una veta grosera. Como directamente de la cacerola, muy rápido, o hago lo contrario, voy a un restaurante donde todos mastican reglamentariamente seis veces cada bocado, para la salud y me produce placer masticar —así como si fuéramos caballos, me enamoro de las chancletas viejas, tiro demasiada agua a las plantas después de lavar el balcón para que caiga barro y ensucie lo lavado (anulo el tiempo, ya que vuelvo a limpiar), cocino mucho, porque encuentro placer en que lo crudo se vuelva cocido y desestimo totalmente los argumentos ecologistas; si el planeta se destruye dentro de doscientos años, me gustaría resucitar para ver el espectáculo. Cambio impresiones con algunas brujas amigas y nuestra conversación se reduce a fugaces comunicados, historias de obstinaciones diversas, controles mutuos de brujerías, para perfeccionarlas, por ejemplo, aprender a matar tres pájaros de un tiro, no necesariamente para hacer maldades, pero igual para ganarle al tiempo, para no gastar pólvora en chimango, para no dar por el pito más de lo que el pito vale, cuando en realidad un pito es algo muy difícil de evaluar.

     Pero no siempre fue así, no fue así. Antes de que yo pensara en tirar lastre y en matar dos pájaros de un tiro, sufrí en dos años como nunca había sufrido en mi vida, una mañana lloré con igual intensidad por dos motivos distintos. Entendí qué pasa con los que se mueren y con los que se van; vuelven en sueños y dicen: "Estoy, pero no estoy; estoy, pero me voy" y yo les digo: "Quedate otro ratito" y no dan ninguna explicación. Si se quedan lo hacen como ajenos, en otra cosa, y me miran como visitas lejanas. En esa región del olvido adonde han ido tienen otras profesiones y han adquirido otro modo de ser. Y todo lo que hemos peleado, hablado, comido y reído pasa al olvido y no quiero yo conocer personas nuevas ni ver a mis amigos; en cuanto empiezo a hablar con alguien, ya lo mando yo misma a la región del olvido, antes de que le llegue el turno de irse o de morirse.

Me despierto y percibo que estoy viva, amanece. No viene ninguna idea a mi cabeza; nada para hacer, nada para pensar. No pienso seguir fumando en la cama sin ninguna idea en la cabeza. De repente me agarran muy buenos propósitos pero sin relación a nada concreto: me lavo, me peino, caliento agua; me voy entonando y los buenos propósitos aumentan. Es un día de marzo y la luz va viniendo pareja, los pajaritos trabajan, van de acá para allá. Yo también voy a trabajar. Ya sé lo que voy a hacer: voy a guiar la hiedra, pero no con un hilo grosero, la voy a atar con un hilo vegetal. Ella está ahí, firme contra la pared: le saco las hojas muertas a la hiedra y a todo lo que veo. Podría decir que tengo un ataque de sacar hojas muertas pero no es adecuada la expresión porque es un ataque tranquilo, pero no pienso terminar hasta que no haya sacado la última hormiga y la última hoja que no sirve. Amontono todas esas macetas chicas, van a ir a otras casas, tal vez con otras plantas. Pasa un avión muy alto y de repente me agarran una felicidad y una paz tan grandes al hacer este trabajo que lo hago más despacio para que no termine. Me gustaría que viniera alguien para que me encontrara así, a la mañana. Pero todos están haciendo otros trabajos distintos, tal vez sufran o renieguen o se engripen; no importa, eso pasa y en algún momento tendrán alguna felicidad como ésta mía. Me siento tan humilde y tan gentil al mismo tiempo que agradecería a alguien, pero no sé a quién. Reviso mi jardín y tengo hambre, me merezco un durazno. Enciendo la radio y oigo que hablan de la onza troy: no sé qué es, ni me importa: arre, hermosa vida.



jueves, 27 de junio de 2019

La poesía de Anahí Lazzaroni

Last Poet of Iran de Parviz Tanavoli


ENIGMA

¿Para qué recordar esta melodía
si desconocemos de dónde viene?
¿Por qué razón vuelve
si no la podemos cantar?
Hubo un tiempo que estuvo
en nosotros
al igual que tantas cosas.
El pentagrama está vacío.



ALGUNAS COSAS NECESARIAS PARA LA ESCRITURA DE UN POEMA 

La precisión de un relojero.
El vuelo del águila.
La delicadeza de un insecto.
La zozobra del loco.
Pluma o lápiz.



POETA

Solo piensa cómo hacer
para robarle
la voz al trueno.
Habla de la lluvia
por simple descuido.




BAJANDO DECIBELES

Señoras y señores poetas:
El insecto que se desliza a ras de tierra
nos ignora.
Los latifundistas también.
Por eso nuestra idea de la poesía
nunca debe de ser tan grandiosa.
Alcanza
con que quepa
en una caja de zapatos
mediana.




¿PARA QUÉ PUBLICAR?

El poeta envía su material
con el sigilo de un conspirador.
Quien lo recibe
también sabe:
la poesía
rueda por el suelo,
cruje como las hojas secas.




LA CIUDAD Y EL POEMA

Observás cómo enseña a hacer tempura
una cocinera japonesa en un documental,
sentís la ciudad colapsada.
Mirar una cosa y pensar en otra,
quizás en eso consista la escritura
o el poema que comienza escribirse
a espaldas del mundo
al mejor estilo de un buen ladrón de gallinero.
Es de noche y no llueve,
no llueve por una vez en esta ciudad.
Ya hubo alerta amarilla por vientos huracanados.
Eso pasó
como pasa todo y nadie lo recuerda.



NOTICIAS DE LA CIUDAD (DOS)

El invierno se acaba,
la gente está loca,
esa desmesura produce
discusiones tribales.

Se retira el invierno
desaparece la nieve.

Algunos permanecerán 



EL DISFRAZ

Para atravesar el invierno harás tu propio disfraz.
Tendrás que elegir los paños, los hilos, el color.
En otra época árboles y caballos alegraban el camino.
Ahora que todos
están viajando hacia sus propios miedos ¿qué pasará?
¿Te alcanzarán los preparativos?
¿O necesitarás:
un vaso de agua helada,
un cuaderno de notas,
una música del barroco,
y la mano que una vez te ayudó
a reconocer los escollos en el viejo mapa?
No podemos saberlo.
No te lo diremos.



DOS MIRADAS

Para algunos el cuerpo
es diversión,
para otros cárcel al borde del infierno.
Paisaje enamorado
o gran calamidad.
Siempre el cuerpo nos transporta
al filo y contrafilo
de una muerte aledaña
y pendenciera.



DOS BARCOS

No se por qué me persiguen dos barcos
que se estrellan en la madrugada
o en una noche que no es ni áspera ni dócil.
Apenas veo sus proas.
No los distingo, los siento ahí
en alguna parte del mar,
de otro mar que no es el mío,
tampoco el de los sueños.
Quizás sí sea el de la infancia,
más allá del Le Maire,
el de los libros o el de las pesadillas de invierno.
Dos barcos grises, sin tripulantes,
chocando sin ruido
entre olas altas.