"Templanza" de Ambrogio Lorenzetti |
Me acompañan los libros que viajaron conmigo. Son amigos que conversan y por momentos hablan a la vez. Hoy relatan sus cuentos en armonía. Los copio como se presentan y los comparto con quien los sepa apreciar:
“La visita”
“Las dos historias” de Felisberto Hernández
Esta noche tuve forzosamente que
atender a unos pensamientos. En los momentos que estaba cansado quería dejarlos
aunque fuera por unos instantes; pero bien sabía yo la importancia que tenían,
y no podía dejar de atenderlos. Solamente descansaba cuando alguien me
interrumpía para preguntarme algo; pero si yo pretendía hacer algo para
distraerme, yo mismo me obligaba a no hacerme trampa: estaba bien que los
abandonara cuando espontáneamente ocurriera algo que me obligara a
interrumpirme, pero yo no debía buscar la oportunidad; por el contrario, aunque
la oportunidad se me presentara y yo me quedara contento porque descansaba,
debía lamentar la interrupción. Me ocurría algo parecido cuando era niño y
tenía que dar una lección que no sabía: si me venía tos me quedaba contento
porque daba tregua a la tortura y porque a lo mejor, mientras tosía, podría
ocurrir algo importante que me librara de la lección; pero si yo tosía a
propósito, el maestro se daba cuenta. En aquel tiempo me hubiera parecido
mentira que ahora, al ser grande, yo mismo me obligara a hacer una cosa como si
tuviera al maestro dentro de mí.
Cuando se hizo muy tarde, llegó a
mi casa, junto con mis hermanas, una muchacha rubia que tenía una cara grande,
alegre y clara. Esa misma noche le confesé que mirándola descansaba de unos
pensamientos que me torturaban, y que no me di cuenta cuándo fue que esos
pensamientos se me fueron. Ella me preguntó cómo eran esos pensamientos, y yo
le dije que eran pensamientos inútiles, que mi cabeza era coo un salón donde los
pensamientos hacían gimnasia, y que cuando ella vino todos los pensamientos
saltaron por las ventanas.
“agua”
“agua”
Lila y Flag de John Berger
Si no me equivoco, el tres de junio era el cumpleaños de
Félix. Félix tenía un acordeón al que llamaba Caroline. Era soltero. A los
sesenta y dos años cayó enfermo de ictericia y se lo llevaron al hospital. Tuvo
que vender sus diecisiete vacas; no había nadie que se ocupara de ellas
mientras él estaba ingresado. Cuando volvió a casa, compró seis más. Nunca
paraba, Félix, ni de trabajar con sus vacas ni de tocar su música.
“La canción sobre el canto”
Atlas descrito por el
cielo de Goran Petrovic
Puedo contarte de muchos lugares del Mundo. En cuántos
sitios se han posado las tórtolas de mi manto. Cuán pesada es el agua de los
ríos sagrados. Cómo es el mar de los minúsculos pueblos de pescadores. O un
grano de arena en el desierto. Qué es lo que caracteriza una vista desde los
glaciares. Por qué en una estepa una brizna de hierba parece ser más alta que
un pino. Si hay más cielo por aquí o por allá. Cuán alto te ves entre las
bóvedas de una noche serena. Y por dónde puedes crecer hasta la Osa Mayor.
Puedo contarte de muchos lugares del Mundo. Pero lo entenderías mejor si te lo
canto.
------
He sobrepasado las 11 horas, ¡bendita sea esta noche!