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martes, 24 de diciembre de 2013

Susana Thénon escribe nuevamente


Paper Typewriter, Jennifer Collier, 2011


Canto a todos

Me esperarán en vano,
pues no estoy.
He viajado a mi adentro
y allí estaré
ya siempre.
He viajado a mi adentro
que nunca se termina de conocer
y es tan profundo
como el dolor.
Y por las tardes en él
me tiendo, a las orillas
de la sangre,
y allí me olvido
de cosas tan extrañas 
como el pasado,
y allí, que no hay futuro
me tiendo, a las orillas
de la sangre
y miro
la placidez del remanso.


I-XI-55
Susana Thénon, Poemas inéditos I (1952-1967)

viernes, 18 de octubre de 2013

Soof

jueves, 25 de julio de 2013



                                                   (Fotos de Z. Varadi)


...todo está calmo
 camino de puntitas 
hasta donde la cacofonía se desvanece 
de todo aquello que nos viene de lejos
detrás del gran filtro del mundo.



viernes, 19 de julio de 2013

Ventanas de mi cuarto: La tabaquería según Fernando Pessoa y Liliana Felipe



Tabaquería
Fernando Pessoa



No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.

Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?

No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol verdadero
ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,
mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)

Pero por lo menos queda de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar, que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)

He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al que cortan el rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.

He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El disfraz que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me había quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.

Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la puerta y se ha quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
En determinado momento morirá también la muestra, y los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.

Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo lo contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia de encontrarse indispuesto.

Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.

El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y me ha visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós, Esteves! , y el Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario de la tabaquería se ha sonreído.

miércoles, 3 de julio de 2013

Cuando una mujer no duerme

(Reina María Rodríguez. Atlanta, 1999.)

CUANDO UNA MUJER NO DUERME           
Cuando una mujer no duerme
la magia se ha regado entre sus pechos
y hay que temer a ese desvelo
a ese mito que comienza
entre el sueño y la oscuridad.
no habrá conjuros ni espíritus.
se está llenando de mieles el silencio
y ha vuelto otra vez al tiempo de sus pamelas
a reconciliarse con las nubes
y todo el aire tendrá el peligro de sus ojos
cazadores de estrellas.

anoche no dormí y te prevengo:
cuando una mujer no duerme
algo terrible puede despertarte.


EL AMOR ANDA SUELTO
el sol en los brazos
un viento azul revuelca la tierra
se mudan las hormigas de los parques
a otros pueblos de otoño.
se ruboriza el mar:
un pájaro vuela llevándonos la prisa.
mi cuerpo se estremee
hay un deseo que el verano olvida
y una dulzura antigua pudriéndose en el suelo.
el amor anda suelto
sin precauciones vive detrás de esta quietud
la última estación de la pureza.


LINEA DIFICIL
Las hormigas se han quedado jugando en mis zapatos
junto a los tallos partidos.
un árbol se ha enroscado en su pereza.
descubro otra vez este paisaje
la arena movediza prolongándose
un alcatraz inmenso baja
pequeños caracoles interrumpen mi paso
hojas que recorrieron los caminos
dispuestas a morir buscando el agua.
nadie vendrá.
no hay nadie en esta playa donde comienza el día.
el horizonte no es más que una línea difícil
se ha perdido
juega a ocultarse                 ya no está.


Y EL AMOR
y el amor
tan solo
con su traje de mimbre
se sienta en las noches
conmovido y tenaz
frente al espejo de mi cuarto.
desde siglos
lo veo contemplarse audacias y temores
para mecer otra vez su beso intacto.
yo que lo quiero
así de blando
lo acuno entre mis pechos un momento
y él
tan solo
con su traje de mimbre
con su pena
abanica su sombra en el cristal
y pasa.


QUIENES FUIMOS
esos hijos pudieran ser los tuyos
y yo te amaría esta tarde
sola sobre mis hombros.
entre café            un beso y otro agosto
bañarnos en las mismas aguas
dormir bajo mi sábana profunda.
pero esa no soy yo            ni eres tú aquel
ni hemos querido otro hogar
ni aquellos hijos que no fueron.
yo busco algo que escapó
quién sabe cuándo
-tan extraños y juntos los caminos
se nos separan-
te empiezo a amar y todo se termina
me escondes
para que nadie sospeche
y disimulo yo
que los años nos llevan tan lejos de la piel
con tanta astucia
que entramos a cuartos diferentes
buscando
quiénes fuimos.


(Reina María Rodríguez, Cuando una mujer no duerme)

Roberto Juarroz, por pares y en vertical


42
Se podrá apagar todos los fuegos
pero nunca se acabará el humo.

Aquello que no alcanzó la dignidad del fuego
termina conformándose con la humildad del humo.
Aquello que no tuvo una mano que lo encendiera
termina por renunciar a esa mano
Y se queda a solas con el humo.
Aquello que no pretende calentar nada,
ni siquiera calentarse,
se refugia en el secreto de ser humo.

Pero el secreto del humo es doble.
Primero: también el humo calienta.
Segundo y principal:
El humo es anterior al fuego.


46
Se ha perdido una nota.
No sabemos el compás ni la escala,
pero la obra se descompone hacia el poniente
como una flecha rozada al pasar por una pluma.

Se ha extraviado una línea.
No sabemos la figura o el cuadro,
pero la imagen se acorrala contra un borde
como una fiesta en cuyo centro cae un fruto negro.

Se ha borrado un matiz.
No sabemos en qué zona o qué mundo,
pero ese casi nada irreparable
lo hiere todo para siempre.


48
Para la música oculta en la espuma
debe haber cierto oído de caracol no aplastado
o por lo menos algún tímpano dispuesto
para captar otros sonidos que no sean
las rudas cacofonías de los hombres.

El sonido del silencio, por ejemplo,
o el sonido que recubre como sal toda escritura
o aquél cuyas puertas sólo abren ciertas músicas,
ya que toda la música
no es más que el umbral de otro sonido.
Y aunque carezcamos del órgano apropiado,
como también de otros sentidos
para aprehender las ondas sueltas de la vida,
hay sin embargo en nosotros
un minúsculo extremo de algo,
una axial limadura de luz,
una punta quebrada,
que sin saberlo forma parte también de ese sonido.

Partículas de todo caen sobre nosotros,
partículas extraviadas, partículas previstas,
pero también nosotros caemos sobre todo
y a veces nos fundimos con ese último sonido
como con la vena transparente
de otro viento que pasa.


(Roberto Juarroz, Novena Poesía Vertical)

sábado, 27 de abril de 2013

Las músicas nocturnas de Michel Schneider


Algo en la noche

     Existen las palabras. Existe la música. Y ocurre que se encuentran y se unen. También sucede, y es lo más frecuente, que en nosotros se ignoren. Querríamos que la música las borre o que las palabras la hagan callar. Sucede incluso que la música aparezca como la única lengua, la más antigua. Que las palabras oídas o las escritas en una página se separen de la voz que les da soporte. De lo que no se puede hablar, de eso es de lo que habla. Y acerca de lo que dice, no se puede decir nada. Por supuesto, están los músicos: compositores e intérpretes. Se pueden contar sus vidas, describir sus obras, admirar su arte. Pero ¿y su ser musical? A la pregunta: «¿Qué significa la música para usted?», el pianista Yevgueni Kissin responde sencillamente: «Sin ella no puedo vivir».


la playa, la casa

Nadie

     Yevgueni, alejado del piano, parece no ser nadie. Una máscara petrificada, una voz mal timbrada y que parece no emanar de él, una silueta sin edad, un cuerpo que camina como sin peso ni energía. En su conducta, algo de mecánico, de repetitivo, de deshabitado. Quienes lo han entrevistado se extrañan, por lo demás, de encontrar en los labios de Kissin, de una entrevista a otra, de un hotel lujoso al siguiente, con meses de distancia, la huella de una cortesía de otra época, exactamente las mismas palabras para decir las mismas cosas, como si en lugar de hablar recitara. Pero cuando llega la hora del concierto, aparece un hombre para encarnarse en un cuerpo hasta ese momento privado de atributos. ¿Cómo semejante figura, tan rígida, envarada y formal, puede convertirse al piano en una fiera sensual, libre y generosa? En el joven ruso, algo viene a recordarnos hasta qué punto la música es asunto de cuerpo, de imágenes, de espacio. De pronto sucede como si el tiempo se volviera visible y la matemática de las notas penetrara la materia: esa mezcla fugitiva de brillo y de sombra, mientras en el negro profundo de la laca de la tapa, en la vertical de las teclas, esmerándose en una tarea compleja y fantasmática, toma vuelo el doble de sus manos.

     No sé por qué, desde la primera vez que lo vi sobre el escenario, Yevgueni Kissin me ha hecho pensar en Alexander Ivánovich Loujine, el genial y loco jugador de ajedrez de la novela de Nabokov, La defensa Loujine. El mismo desdoblamiento interno en ambos artistas, entre un jugador y una pieza jugada, un maestro del tiempo y un sujeto ausente de sí mismo, entregado a su destino. Igual que uno no conoce del  mundo otra cosa que las sesenta y cuatro casillas de su tablero de ajedrez, el otro no ve más que el blanco y negro de las ochenta y ocho teclas del teclado del piano. Gracias a una pura combinación de valores, a una brusca escenificación del tiempo, a un solitario enfrentamiento con el Otro que está más allá de todos los otros, ambos esperan que su arte les conceda el sentimiento de existir y de ser lo que son. Luego, cerrado el teclado, tendido el rey sobre el tablero, retornan a su no vida, con la mirada amedrentada de los que conocen algo de la noche.

(Tomado de Michel Schneider: Músicas nocturnas. El lado oculto del lenguaje musical)

lunes, 25 de marzo de 2013

Breve sobre un poema de Guillermo Rebollo-Gil


Leo en voz alta este poema de Guillermo Rebollo-Gil:


hoy celebro dos años de tocar un instrumento accidentalmente
y obtener la más bella respuesta.

he intentado repetir el accidente en salones de clases, 
hombro a hombro con los tipos más fracasados del planeta, 
sus instrumentos perfectos y patéticos 
como una cabaña hecha leña. 

yo pudiera tomar un marrón contra el universo,
abrir el espacio a la fuerza para mirar 
mi cabaña arder en la distancia,
pero no podría repetir el descubrimiento de escombros al final, 

decir que fue un accidente obtenido de un sonido perfecto 
como una respuesta 

cuando nadie me ha escuchado preguntar.

("Poema sin título" de Guillermo Rebollo-Gil) 



lunes, 4 de febrero de 2013

El recipiente de Alegría Rampante

domingo, 27 de enero de 2013

Miles Away, según Homero Pumarol


"Music of the rain", artist unknown


Una trompeta negra vuela
a través de las paredes
de un edificio vacío.

Va más rápido y más lejos
que esta pobre noche de concreto
con todas sus ventanas rotas y bombillos.

El polvo en el suelo es renovado,
letras saltan de los libros viejos
y ahora cada objeto habla del dulce
y dorado olor del maravilloso sonido.

¿Qué haremos cuando pare?
pregunta el clavo a la pared.
Yo no sé, yo no sé, dice el martillo.

¿Qué haremos cuando pare?
repiten las botellas, yo no sé,
llenando los pasillos y las escaleras.

"Miles Away", Homero Pumarol

jueves, 17 de enero de 2013

miércoles, 9 de enero de 2013

hondura


Las imágenes son de Angelo Musco, de su serie "Tehom" o "Abismo"

viernes, 4 de enero de 2013


Mujer del bosque
descansa que es tiempo,
de despedir al sol

Mujer del bosque
la casa aguarda,
busca otro amanecer

Mujer tu historia
es la tierra mansa
que vistió tus ojos de agua

Mujer del bosque
descansa que es tiempo
de despedir al sol.

jueves, 3 de enero de 2013

Natación

                                                        "Sharkbites", Aniela Sobieski

     He aprendido a nadar en seco. Resulta más ventajoso que hacerlo en el agua. No hay el temor a hundirse pues uno ya está en el fondo, y por la misma razón se está ahogando de antemano. También se evita que tengan que pescarnos a la luz de un farol o en la claridad deslumbrante de un hermoso día. Por último, la ausencia de agua evitará que nos hinchemos. 
     No voy a negar que nadar en seco tiene algo de agónico. A primera vista se pensaría en los estertores de la muerte. Sin embargo, eso tiene de distinto con ella: que a la par que se agoniza uno está bien vivo, bien alerta, escuchando la música que entra por la ventana y mirando el gusano que se arrastra por el suelo. 
     Al principio mis amigos censuraron esta decisión. Se hurtaban a mis miradas y sollozaban en los rincones. Felizmente, ya pasó la crisis. Ahora saben que me siento cómodo nadando en seco. De vez en cuando hundo mis manos en las losas de mármol y les entrego un pececillo que atrapo en las profundidades submarinas.

1957
"Natación", de Virgilio Piñera