Anoche pensé que nos separábamos
y esta mañana, al sol
tocás el piano
mientras me abrigo
para salir.
Nada se mueve
salvo tus manos
blancas sobre lo blanco.
Parece posible
una vida así.
Como los perros atados
en la puerta del súper
a cada rato, un vuelco
del corazón y enseguida
la desilusión, la posibilidad
de que nunca
venga el que esperan
y de ahora en más
esto sea todo.
Quiero saber si vamos a dejar
la marca de los esqueletos
en la piedra, el dibujo
de un trébol
algo
de nosotros dos
juntos, en este planeta.
(Lara Segade, La maquinaria celeste)