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jueves, 29 de diciembre de 2016

Dos poemas de Edgar Bayley




Abrir la puerta


me pregunto

y es una pregunta inmoral

si servirá de algo abrir esa puerta

que da al patio

a la tierra

al viento del mundo

a los pasos de la gente

me pregunto

si servirá de algo escribir

a estas horas de la noche

en el silencio de mi habitación

con la puerta cerrada



sería tan sencillo

me digo

abrir por fin la puerta

y asomarme y mirar

dejando que me lleven

los pasos y la sombras del camino

me pregunto si servirá de algo explicar

por qué no explico

cuando tanta palabra y confidencia

intentaron traducirme

y ponerme al descubierto



si servirá de algo abrir la puerta

me pregunto

y andar por el patio

por el mundo entre la gente

abrir de par en par la puerta

para que todo pueda cumplirse

como la hoja de un cuchillo al extremo de un puente

como la red y el roble que salvan la alegría al final del

espectáculo

como el canto de las aguas y el susurro de la siesta

como la playa en sombras y el lecho infinito de los

amantes

reencontrados



para que todo pueda cumplirse

la luz la noche la inocencia

el nombre que pasa entre las ramas

la puerta se abrirá enteramente

se abrirá por fin la puerta

por si alguno

quiere volver a entrar o salir

o curiosear entre mis cosas

o esperarme mientras vuelvo

y si tardo y no regreso

salir al viento

y olvidarme



La claridad

 

Me ha tentado siempre la claridad

Y la claridad se me ha negado a veces

Como un pájaro que vuela en sueños

Y cae y sigue cayendo

Sin volar

Como peso muerto

 

Me ha tentado siempre la claridad

Especialmente la claridad de las hojas de sáuco

También la claridad del guijarro

Y de las ramas de abeto

Y la rápida y voraz claridad de una salamandra

 

He querido tener claridad para mirar

Los terrones del campo recién movido

Y para mirar también el mismo arado

Y el agua que se desliza límpida por la acequia

 

Claridad he querido para recorrer tantos sueños

Y glorias y poderes y dispersas situaciones y gentes

Y para estar en el aire sin ausentarme del fuego

 

Me ha tentado siempre la claridad

De estar totalmente en cada flor

En cada herida o condena o semilla

He querido tener claridad para vivir

 

Y cuando al fin pude definir la claridad que yo buscaba

Advertí cuánto sueño y plumón y roja tierra

Y confusión y olvido hacen falta para comprender claramente

Y estar aquí con total lucidez sentado a la vera del camino

Avivando el fuego bajo el cielo y el polvo de las horas

 

Y como me ha tentado siempre la claridad

Aquella vez cuando bajo un abierto y extendido sol

Comenzaron a encresparse las aguas de la bahía

Hasta adquirir un tinte violáceo

Y un gran pájaro blanco surgió de repente de entre las nubes

Batiendo sus alas y revoloteando suavemente a mi alrededor

Decidí que era el momento de arrojar estas palabras al mar

Porque la claridad que tanto he buscado

Sólo está en algunos silencios

En algunos espacios en blanco

Antes y después de unas pocas y triviales palabras


 

Edgar Bayley, Antología poética. 

domingo, 18 de diciembre de 2016

Allí donde el aliento de Adam Zagajewski

Allí donde el aliento

Está solo en el escenario
sin ningún instrumento.

Se pone la mano en el pecho
allí donde nace el aliento
y donde se apaga.

No son las manos que cantan,
ni tampoco el pecho.

Canta lo que está callado.



Adam Zagajewski, Deseo.