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sábado, 18 de diciembre de 2010

"Llamada por cobrar"

Les presento la primera pieza de la serie
1999:




Intentos fallidos de llamadas a casa desde un teléfono público de la Avenida Paulista, São Paulo, en el verano de 1999. Intentos fallidos que retomo para volver a llamar, ahora que tengo la música.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

"La inmovilidad del tiempo"Edmond Jabès


Foto de la pieza teatral "Diebe" de DEUTSCHES THEATER


La inmovilidad del tiempo es fuga del tiempo ante el tiempo; fuga, igualmente, ante toda fuga. Estoy fuera. Permito al afuera estar aquí. El tiempo de aquí y de allá son el mismo tiempo huyendo en mi huida. El tiempo de allá huye de allá para alcanzar el tiempo de aquí. El tiempo de aquí huye de su lugar para volverse tiempo de otro lugar. Así el tiempo es remisión permanente del tiempo a otro tiempo. La remisión anula el tiempo. El tiempo abolido es, también, tiempo inmóvil. El vacío, la muerte, la nada están fuera del tiempo; pero ese fuera del tiempo quizá sea tiempo empujado fuera: ese tiempo fuera del tiempo es el de la escritura. Nada, en apariencia, cambia, una vez escrito. Inmovilidad de la letra, del vocablo. El libro porta el peso de la inmovilidad de sus caracteres, de su huida de la huida, móvil fijeza; el peso aplastante de todo el espacio contenido en las letras. (Ah, tú huyes. Eres sólo huida
donde todo huye. Nada está soldado. El libro

es el lugar del encuentro de nuestras fugas;

lugar que ha huido de su lugar.

Escribir es, en tal caso, rendir cuentas
de esos encuentros fortuitos o premeditados.

Espacio de un relámpago: una palabra se dejó

tomar bajo palabra; un libro se dejó de leer.

El infinito del libro es el espacio vital

de la palabra.


Leer lo que huye hasta a la lectura.

Nuestra lectura no es sino la percepción,
a través de su fingida inercia, de la voluntad

de fuga del vocablo; consiste, quizá, en reve-

lar, cada vez, el umbral.


Hay una falsa inmovilidad del libro, co-

mo hay una falsa movilidad de la palabra:

porque el libro busca huir del libro, mientras
que la palabra está colgada a lo que dice.


Hacer, huir son casi sinónimos.

Se huye, se huye en lo que se hace.

Se hace una fuga, como se hace un libro.


Hablar y escribir se distinguen por el

deseo de fijarse, del uno, y por la ebriedad de

huir, del otro.
"Quieres fijarte. Huyes de lo que huye", decía.

Toda huida es manojo de escritura.

La palabra escapa también, como se dice
de un caño, que algo escapa.

Horadamos, a veces, la palabra, sin sos-

pecharlo.


Un vocablo que ha perdido su sangre es

un vocablo a cuya agonía habremos asistido,

del que no recordaremos sino la pérdida.

No es la tinta lo que da a la palabra su

color, sino los horizontes que la fascinan.


Hay inmovilidad sólo donde no queda
savia.


El árbol huye por las raíces. El universo

es fuga desafiante que desbarata la huida.

Estabilidad de los seres, de las cosas, del

mundo, no sois más que el tiempo ínfimo de

una tregua entre dos huidas; un tiempo im-
perceptible, ya ilusorio, y sobre el cual nos

apoyamos: nuestro pobre tiempo.)


Toda semejanza es acuerdo implícito entre dos
fugas; complacencia de intención y de acción.

Toda huida tiene, por finalidad diferida, la se-
mejanza. El libro de las Semejanzas es el libro de las
Fugas.

Sabremos, al huir, que nuestra huida era otra
manera de volver sobre nuestros pasos, al lugar donde
nos extraviamos, había escrito reb Bacush.



(Edmond Jabès, El libro de las semejanzas)

sábado, 18 de septiembre de 2010

El ruido 

El amante de Marguerite Duras se detiene sobre retales trazados por el recuerdo, eminentemente visuales y táctiles. La historia comienza en la adolescencia, salta el "largo de vida" de una mujer y la presenta décadas más tarde.
Parecería ser la imagen, sin embargo, es el ruido fiel al recuerdo: 
el timbre del teléfono 
la voz que responde, 
la que escucha del otro lado
el reconocible ruido de una ciudad
 afinan el recuerdo. 



El ruido
[...]
El ruido de la ciudad resulta tan próximo,
tan cercano, que se oye
su roce contra la madera de las persianas.
Se oye como si atravesaran la habitación.
Acaricio su cuerpo en ese ruido, en ese paso.
El mar, la inmensidad que se recoge,
se aleja,
vuelve.
[...]
(Marguerite Duras, El amante)

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Ruido de pasos
de Clarice Lispector


("La voz de Olokun" de Ramón Alejandro)


Tenía ochenta y un años de edad. Se llamaba doña Cándida Raposo. Esa señora tenía el deseo irresistible de vivir. El deseo se acentuaba cuando iba a pasar los días en una hacienda: la altitud, lo verde de los árboles, la lluvia, todo eso la acicateaba. Cuando oía a Liszt se estremecía toda. Había sido bella en su juventud. Y le llegaba el deseo cuando olía profundamente una rosa.
Pues ocurrió con doña Cándida Raposo que el deseo de placer no había pasado.
Tuvo, en fin, el gran valor de ir al ginecólogo. Y le preguntó avergonzada, con la cabeza baja:
-¿Cuándo se pasa esto?

-¿Pasa qué, señora?

-Esta cosa.
-¿Qué cosa?

-La cosa, repitió. El deseo de placer –dijo finalmente.

-Señora, lamento decirle que no pasa nunca.

Lo miró sorprendida.
-¡Pero tengo ochenta y un años de edad!

-No importa, señora. Eso es hasta morir.
-Pero ¡esto es el infierno!
-Es la vida, señora Raposo.

Entonces, ¿la vida era eso?, ¿esa falta de vergüenza?

-¿Y qué hago ahora? Ya nadie me quiere...

El médico la miró con piedad.

-No hay remedio, señora.

-¿Y si yo pagara?
-No serviría de nada. Usted tiene que acordarse de que tiene ochenta y un años de edad.

-¿Y... si yo me las arreglo solita? ¿Entiende lo que le quiero decir?
-Sí –dijo el médico-. Puede ser el remedio.

Salió del consultorio. La hija la esperaba abajo, en el coche. Cándida Raposo había perdido un hijo en la guerra. Era un soldado de la fuerza expedicionaria brasileña en la Segunda Guerra Mundial. Tenía ese intolerable dolor en el corazón: el de sobrevivir a un ser adorado.

Esa misma noche se dio una ayuda y solitaria se satisfizo. Mudos fuegos de artificio. Después lloró. Tenía vergüenza. De ahí en adelante utilizaría el mismo proceso. Siempre triste. Así es la vida, señora Raposo, así es la vida. Hasta la bendición de la muerte.

La muerte.

Le pareció oír ruido de pasos. Los pasos de su marido Antenor Raposo.

(Clarice Lispector, El viacrucis del cuerpo)

sábado, 4 de septiembre de 2010

El estanque


(Los héroes del silencio, tocando "El estanque" en concierto)


Para salir del estanque
hay que seguir
corriente abajo
hasta que el eco responda
hasta que vuelvas
a escuchar.


(s.f. La dirección del sonido.)

miércoles, 1 de septiembre de 2010

sábado, 28 de agosto de 2010

Idea Vilariño, volar sin ver 
(Idea, en blanco y negro)
Volar a ciegas: entre la gente, por el mundo, imaginando otro vuelo.
Idea Vilariño (Uruguay, 1920-2009) es la autora de Vuelo ciego (Visor 2004), colección de poemas en los que una voz desea renunciar a la vez que seguir navegando (la renuncia es inútil).

Uno siempre está solo
Uno siempre está solo
pero
a veces
está más solo.
Hacer el juego
Quiénes somos
qué pasa
qué extraña historia es esta
por qué la soportamos
si es a nuestra costa
por qué nos soportamos
por qué hacemos el juego.
Decir no
Decir no
decir no
atarme al mástil
pero
deseando que el viento lo voltee
que la sirena suba y con los dientes
corte las cuerdas y me arrastre al fondo
diciendo no no no
pero siguiéndola.
Y qué
Tomo tu amor
y qué
te doy mi amor
y qué
tendremos tardes noches
embriagueces
veranos
todo el placer
toda la dicha
toda la ternura.
Y qué.
Siempre estará faltando
la honda mentira
el siempre.
Sabés
Sabés
dijiste
nunca
nunca fui tan feliz como esta noche.
Nunca. Y me lo dijiste
en el mismo momento
en que yo decidía no decirte
sabés
seguramente me engaño
pero creo
que ésta me parece
la noche más hermosa de mi vida.
El amor
Un pájaro me canta
y yo le canto
me gorjea al oído
y le gorjeo
me hiere y yo le sangro
me destroza
lo quiebro
me deshace
lo rompo
me ayuda
lo levanto
lleno todo de paz
todo de guerra
todo de odio de amor
y desatado
gime su voz y gimo
río y ríe
y me mira y lo miro
me dice y yo le digo
y me ama y lo amo
-no se trata de amor
damos la vida-
Y me pide y le pido
y me vence y lo venzo
y me acaba y lo acabo.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Presa

(Bebe)

Bebe me sujeta.
A su furia arrolladora y estridente,
violenta y desbocá,
dura, agresiva, torpe, valiente, brutal, vulgar, brava, sucia, hambrienta, apetecible, ordinaria, animal, juguetona, tierna, lírica,
desprendida, vulnerable y bella, me adhiero:
suplicante,
embelesada, 
gustosa, delirante, enloquecida y a gritos. Buscando calma,
encontrándola,

y volviéndola a perder.


s.figueroa

martes, 27 de julio de 2010

Cavafis por Corrientes y otros lugares comunes







la ventana
dice
el futuro
sos vos

filetea
abre
tu nombre



....y hasta aquí, que pase ahora Constantino Cavafis:



Ítaca

Al emprender el viaje para Ítaca
desea que el camino sea largo,
lleno de peripecias, lleno de saberes.
A Lestrigones y Cíclopes,
a Poseidón airado no los temas,
que a tales no hallarás en tu camino
si es tu pensar excelso, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones y Cíclopes,
a Poseidón violento no habrás de encontrarte
si no es que ya los llevas en tu alma,
si tu alma no los alza frente a ti.

Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas de verano
en las que con qué regocijo, con qué gozo,
llegues a puertos vistos por primera vez.
Detente en los comercios de Fenicia
y compra sus preciadas mercancías,
corales y nácar, ámbar y ébano,
y aromas exquisitos de mil clases,
cuantos aromas exquisitos puedas conseguir.
Visita muchas ciudades de Egipto,
y aprende y aprende de todos los que saben.

Pero en la mente siempre ten a Ítaca,
porque llegar allí es tu objetivo.
Mas no apresures en nada tu viaje.
Mejor que dure muchos, muchos años,
y eches el ancla viejo ya en la isla,
rico de cuanto ganaste en el mundo,
sin esperar que las riquezas te las traiga Ítaca.

Que Ítaca te ha dado el viaje hermoso.
Sin ella no emprendieras el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Y si la encuentras mísera, no te ha engañado Ítaca.
Tan sabio que te has hecho, con tanta experiencia,
habrás ya comprendido las Ítacas qué son.

1911





Bajo la casa

Ayer, mientras andaba por un barrio
apartado, pasé bajo la casa
en donde entraba, cuando era aún muy joven.
Allí mi cuerpo poseyó el Amor
con su poder fantástico.
Y ayer
mientras pasaba por la antigua calle,
al punto embellecieron por la gracia del amor
las tiendas, las aceras y las piedras,
paredes y balcones y ventanas.
Y no quedó allí nada repulsivo.

Y mientras, detenido, miraba la puerta
y, detenido, me retardaba bajo la casa,
mi ser entero revelaba
la emoción voluptuosa conservada.

1918


El dios abandona a Antonio

Cuando de pronto se oiga a medianoche
a un invisible cortejo pasar
con músicas fantásticas, con voces⎯
tu suerte que declina, tus hazañas
que no fueron cumplidas, tus proyectos
que fueron todo errores, no los llores para nada.
Como dispuesto de hace tiempo ya, valiente,
dile por fin adiós a Alejandría que se marcha,
y sobre todo no te engañes y no vayas
a decir que fue un sueño, que se confundió tu oído.
No confíes en tales esperanzas vanas.
Como dispuesto de hace tiempo ya, valiente,
como te cuadra a ti, que tal ciudad te mereciste,
quédate inmóvil junto a la ventana
y escucha conmovido, pero no
medroso y suplicante como los cobardes,
como un placer postrero los sonidos,
los raros instrumentos del cortejo sagrado
y di por fin adiós a Alejandría que se marcha.

1911



En lo posible

Y si no puedes disponer tu vida como quieres
esto procura al menos conseguir
en lo posible: no vayas a ensuciarla
al frecuente contacto con el mundo,
con charlas y negocios por doquiera.

No vayas a ensuciarla trasladándola,
rondando sin cesar y exponiéndola
a la vulgar locura cotidiana
de tanta relación y compañía
hasta que se convierta en una extraña intrusa.

1913

(C.P. Cavafis)

lunes, 14 de junio de 2010

Álbum de retazos (de Ana Cristina César)

   "Retazos de historias"  

Ana Cristina César es una poeta carioca que produjo la mayoría de sus textos literarios en el año de mi nacimiento. Mi madre no escribe poesía, pero si hubiera sentido la urgencia de escribir, seguro lo habría hecho como Ana Cristina César. La imagino como poeta porque como lectora es desprejuiciada; ella escribe cartas, y a veces canta. He escuchado a mi madre cantar muy pocas veces, tiene una voz rasposa, ronca, como si hubiera cantado toda una vida. Suele cantar bajito, con miedo a perder la voz, mientras escribe cartas, cartas que nadie responde; y espera, mi madre todavía espera.

Se llama Ana, mi madre, y estos poemas los escribe una mujer a otra (y otra traduce en otro acento estos poemas que copio para que seas tú quien los lea).


Poema obvio


No soy idéntica a mí mismo
Soy y no soy al mismo tiempo, en el mismo lugar y bajo
el mismo punto de vista
No soy divina, no tengo causa
No tengo razón de ser ni finalidad propia:
Soy la propia lógica circundante


Psicografía

También yo salgo sin rumbo
y procuro una síntesis en las demoras

cazo obsesiones con fría temperancia y digo

de corazón: no supe y digo

de la palabra: no digo (todavía no puedo creer

en la vida) y demito el verso como quien saluda

y vivo como quien despide la rabia de haber visto



"No sirve"

Antes había el registro de las memorias
cuadernos, agendas, fotografías.
Muy documental.


Yo también estoy inventando algo
para vos.

Esperá hasta mañana.


Una vez oí secamente el dejate de joder

y pensé: el mundo se cayó.


¿quién tendría la llave?
Llamen a los bomberos, gritó Zelda.


¡Alegría! Verdugo inesperado


Pedido

Me pidieron un verso enorme.
Y me quedé, laguna, inmóvil de cara al despojo.

El verso turbó mis aguas,

un bote circundó, y

en remos rasgué detalles.


Me pidieron un triunfo mayor.

Y me encubrí, árbol, muerto de mirar a los restos.

El triunfo empañó mis raíces,

una larva nació, y

en ondulaciones exprimí vestigios.


Me pidieron un corazón latiendo.

Y me encabullé, animal, rígido hálito a prisa.

El corazón envolvió mis huesos,
una herida surgió, y

en dolores sangré minucias.


Me pidieron una vida entera.

Y morí de un soplo, criatura, libre sonrisa al infinito.

La vida infló mi unidad,
una estrella despertó, y

en luces exhalé el verso.


...
...


..


He ordenado los libros.
Saco de un estante sin orden y coloco en otro

con orden. Quedan espacios vacíos.

Hora a hora.

No te he dicho nada.
Llamo a los otros.

Lo que podría decir es peligroso: seguridad (así como
dije: en diez años estaré de vuelta) de que nos
reencontramos, tarde o temprano.
Pero ya no sé cuándo


Tarde o temprano reencuentro - el punto

de partida


(de la antología crítica bilingüe Álbum de retazos, de Ana Cristina César, publicada en la ciudad de Buenos Aires por Ediciones Corregidor en el año 2006)

domingo, 6 de junio de 2010

a, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, durante



en,
entre,
hacia,
hasta, mediante,
para,
por, según, sin,
so, sobre,
tras,
vía

viernes, 16 de abril de 2010

Con un ojo alucino; con el otro, me ilusiono...





... y con el tercero, enloquezco.

Cuarto movimiento



Cuarto movimiento
Si fuera junio,
si junio,
y nada más que junio,
llegara
y cuando estuviera cerca,
o al verlo llegar,
con tocarlo,
respondiera
como lo hacen
algunos meses del año,
y si en junio,
en esas tardes de junio,
fuera posible
estirar la mano
alcanzar su cabeza
tenerla cerca
Y si un solo gesto
no desembocara en
otros movimientos
o se aunara
con violencia
a esta corriente
o el cigarro,
todavía fresco en su boca,
no fuera más que sólo un cigarro.
Si no fuera porque
algo, eso es,
algo,
y nada más,
si bien
no fuera,
aun sigue siendo.

(s.f., La dirección del sonido)



domingo, 11 de abril de 2010

Derek Walcott, para después


(Johnny Cash, foto del video "Hurt")

Love After Love

The time will come
when, with elation
you will greet yourself arriving
at your own door, in your own mirror
and each will smile at the other's welcome,

and say, sit here. Eat.
You will love again the stranger who was your self.
Give wine. Give bread. Give back your heart
to itself, to the stranger who has loved you

all your life, whom you ignored
for another, who knows you by heart.
Take down the love letters from the bookshelf,

the photographs, the desperate notes,
peel your own image from the mirror.
Sit. Feast on your life.

Anonymous submission.
(Derek Walcott)

domingo, 28 de marzo de 2010

A la intemperie


("Fallen" de Jörg Piringer)


La entrada de hoy se la debo al Juan José Millás de Cuentos a la intemperie, y al poema visual Fallen de Jörg Piringer.



Escribir I

El día en el que empezó todo, no tenía muchas ganas de escribir, de manera que para hacer tiempo fingí no saber si una palabra se escribía con be o con uve. Aquella duda retórica se convirtió misteriosamente en una enfermedad real, y en cosa de una semana al problema de las bes se sumó el de las haches, así que tardaba mucho en escribir una página porque tenía que consultar continuamente el diccionario. Creo que desarrollé una curiosa habilidad para evitar palabras que contuvieran esas letras, pero mis escritos de esa época jadean un poco al andar, como si estuvieran enfermos.
Al poco, comencé a padecer también de problemas sintácticos. Las frases se me quebraban a la altura de los verbos, como varillas de cristal demasiado finas. Me asusté un poco, porque vivo de fabricar esas varillas, así que intenté construir frases gruesas y cortas, del tipo "yo también soy yo, o estoy perdido" pero también éstas se rompían. Una tarde escribí: "esto es una frase", y al poco tiempo dejó de ser una frase y se convirtió en un dolor de cabeza. En seguida olvidé qué cuerda había que rasgar para que se escuchara un adjetivo, y aunque descubrí que la de los sustantivos sonaba del mismo modo si la golpeabas de una manera especial, el esfuerzo me fatigaba demasiado.
Luego, en fin, se marcharon los verbos, primero los copulativos y a continuación los transitivos. Los intransitivos se resistían a caer, pero la verdad es que masticaba mal con ellos, así que me los arranqué yo mismo, con un cordel. Si puedo contarlo, es porque ahora abro cada día un libro de otro y recorto palabras que luego pego en un papel, como si fueran amenazas; en cierto modo lo son, aunque sólo para mí, porque a veces se acaba el pegamento o la paciencia y no logro decir lo que quiero, pero creo que duermo más tranquilo que antes. Y respiro mejor.

(Juan José Millás, Cuentos a la intemperie)

sábado, 20 de marzo de 2010

Roberto Juarroz y la poesía novena




Transcribo poemas de Roberto Juarroz (1925-1995) para no insistir demasiado en mí misma (como diría el propio Juarroz).
Los poemas salen de su Novena poesía vertical; y la llama, de mi casa.
42
Se podrá apagar todos los fuegos
pero nunca se acabará el humo.
Aquello que no alcanzó la dignidad del fuego
termina conformándose con la humildad del humo.
Aquello que no tuvo una mano que lo encendiera
termina por renunciar a esa mano
y se queda a solas con el humo.
Aquello que no pretende calentar nada,
ni siquiera calentarse,
se refugia en el secreto de ser humo.
Pero el secreto del humo es doble.
Primero: también el humo calienta.
Segundo y principal:
el humo es anterior al fuego.
43
Hacerse a un lado,
abstenerse,
no importa en qué clima.
Sumar las noches como ensalmos
y quedarse al margen,
sin pronunciarlos siquiera.
Desviar la eternidad levemente
y permanecer allí en suspenso,
como un insecto en una grieta.
Sólo así,
abandonando a veces temporariamente la vida,
es posible seguir viviéndola.
46
Se ha perdido una nota.
No sabemos el compás ni la escala,
pero la obra se descompone hacia el poniente
como una flecha rozada al pasar por una pluma.
Se ha extraviado una línea.
No sabemos la figura o el cuadro,
pero la imagen se acorrala contra un borde
como una fiesta en cuyo centro cae un fruto negro.
Se ha borrado un matiz.
No sabemos en qué zona o en qué mundo,
pero ese casi nada irreparable
lo hiere todo para siempre.
48
Para la música oculta en la espuma
debe haber cierto oído de caracol no aplastado
o por lo menos algún tímpano dispuesto
para captar otros sonidos que no sean
las rudas cacofonías de los hombres.
El sonido del silencio, por ejemplo,
o el sonido que recubre como sal toda escritura
o aquél cuyas puertas sólo abren ciertas músicas,
ya que toda la música
no es más que el umbral de otro sonido.
Y aunque carezcamos del órgano apropiado,
como también de otros sentidos
para aprehender las ondas sueltas de la vida,
hay sin embargo en nosotros
un minúsculo extremo de algo,
una axial limadura de luz,
una punta quebrada,
que sin saberlo forma parte también de ese sonido.
Partículas de todo caen sobre nosotros,
partículas extraviadas, partículas previstas,
pero también nosotros caemos sobre todo
y a veces nos fundimos con ese último sonido
como con la vena transparente
de otro viento que pasa.