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domingo, 6 de septiembre de 2009

De Julia de Burgos y para ella misma


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Transcribo la verdad sencilla de Julia de Burgos (Puerto Rico, 1914-1953), su búsqueda del sonido especial de la luz. Si es azul, como puede que todavía lo sea, coincidirá entonces con un pequeño rincón de una ciudad que pretendemos olvidar. Julia escribió extensamente en futuro, anticipando una y otra vez la despedida. Más desprendida que nosotros ahora, que aun nos preguntamos ¿y todo esto para qué? pero, a diferencia de ella, fingimos seguir siendo los mismos.


Poema sin sentido

¿Para qué la agonía
de alimentar un sueño
que nació en claridades
y se agita en la nada?
La tonada del orbe se escondió
entre tinieblas
al sorber realidades
el rocío de dos almas.
El ayer nos recuerda en el fondo
del cielo
que dejó sus estrellas
en humana belleza,
y el sollozo del aire nos conduce
entre pétalos
al minuto en que en besos
nos cruzamos las sendas.
Hoy se mueren las horas
en prosaico cadáver
por ser grande el amor
pero breve la brisa
que alimenta la jaula
de inocentes jilgueros
que en un canto se amaron
y en un llanto se olvidan.



Que me quieres en verde

Al aire lo complico
con mi fuga
del mundo
porque no estás presente.
¡Quiéreme, claridad!
¡Arroyo mío, quiéreme;
revienta las estrellas
y trae al cielo
a verme
y a decirme,
en tormentas,
que me quieres
en verde!



¿En dónde está
el sonido especial de la luz?

¿En dónde está el sonido
especial de la luz
y el cielo del espíritu
dónde está retratándose?
El mar partió mi nombre
en dos, y en claridades,
y una sombra imborrable
se borró del crepúsculo.
¿Qué le pasó a la ola?
Un anticipo trágico
de lumbres la seguía
y encontró su azul
falda de espumas
en su río.



Momentos

Yo, fatalista,
mirando la vida llegándose y alejándose
de mis semejantes.
Yo, dentro de mí misma,
siempre en espera de algo
que no acierta mi mente.
Yo, múltiple,
como en contradicción,
atada a un sentimiento sin orillas
que me une y me desune,
alternativamente,
al mundo.
Yo, universal,
bebiéndome la vida
en cada estrella desorbitada,
en cada grito estéril,
en cada sentimiento sin orillas.
¿Y todo esto para qué?
-Para seguir siendo la misma.