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miércoles, 6 de noviembre de 2019

La pesadora de perlas, poemas de Circe Maia

Plants as Ornament, 1896


INVITACIÓN

Me gustaría 
que me oyeras la voz y yo pudiera
oír la tuya.

Sí, sí, hablo contigo
mirada silenciosa
que recorre estas líneas.

Y repruebas, tal vez, este imposible
deseo de salirse del papel y la tinta.
¿Qué nos diríamos?

No sé, pero siempre es mejor
que el conversar a solas
dando vuelta a las frases, a sonidos
el poner y el sacar paréntesis (y al rato
colocarlos de nuevo). 

Si tu voz interrumpiera 
y quebrara esta misma
línea... ¡Adelante!
Ya te esperaba. Pasa.
Vamos al fondo. Hay algunos frutales.
Ya verás. Entra.



EL GOLPE NEGRO

¿Otra vez vas a hablarme de plantas?
—Pero ésta
merece que la mires.

Una flor tan enorme
blanca, estirada, abierta,
y en su interior —ya ves—
llena de insectos negros.

Y todo alrededor, también esconde
—rodeado de verdores—
el golpe negro, que se da en los bordes
o por adentro mismo

muy adentro.



DIFERENCIA

Lo que fue,
todavía se asoma
de a ratos.

Lo que no fue
grita un grito
horroroso

con su boca
sin labios.

(Breve sol, 2001)


Piri Reis, 1513

CICATRICES

Abiertas heridas
sobre la piel del tiempo.
¿Cicatrizan?
Los días
depositan sus vendas.
Se alisan y se lavan
rastros sanguinolentos.
¿Se recobra el herido?
—Sí, totalmente—
(Aunque al caer la noche
la herida sangra
a veces.)

(Dos voces, 1981)


SUPERFICIES

La mayoría de las veces
a lo largo del día
pisa el pie —sin saberlo— superficies
extraordinariamente frágiles.

¿Pero cómo es posible
que de a ratos parezcan
firmes e indestructibles
como hechas de diamante?


VOCES EN EL COMEDOR

La puerta quedó abierta
y desde el comedor llegan las voces.

Suben por las escaleras
y la casa respira.
Respira la madera de sus pisos
las baldosas, el vidrio en las ventanas.

Y como por descuido se abren otras puertas
como a golpes de viento
y nada impide entonces que se escuchen las voces
desde todos los cuartos.

No importa lo que dicen.
Conversan: se oye una,
después se oye otra.
Son voces juveniles,
claras.

Suben
peldaños de madera
y mientras ellas suenan
—mientras suenen—
sigue viva la casa.

(Circe Maia, Superficies, 1990)