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domingo, 21 de febrero de 2010

Esperanza, variaciones


La esperanza -abundante o precaria- no es una casualidad sino, más bien, un modo de alimentarse. Transcribo esta variación de la esperanza, la que Andrés Neuman ha visto en un cuadro de George Watts. Un cuadro, un escritor: a un extremo, Watts; en el otro, Neuman; entre uno y otro aflora poco más que un silencio.
Ese poco que alguien más escucha no es el silencio, sin embargo. En todo caso, parecería guardar un secreto; secreto que el narrador mismo desconoce, por más que quisiera dejarlo entrever (en otra parte, dice: "el cuento es el género que mejor sabe guardar un secreto").
Vuelvo a la mesa, pues he dicho que la esperanza es un modo, es alimento: es, pues, el alimento de todo aquél que espera. Es por esa razón -y no otra- que hemos sido invitados.


"Hope" (Variación sobre un cuadro de George Watts)


La gigantesca esfera flota en aguas turbias. Sólo se ve una mitad, pero se intuye la otra, la sumergida: ha de estar ya extremadamente blanda y vegetal. Esperanza, posada sobre la esfera, con el pie izquierdo debajo de sus nalgas y con el derecho rozando apenas el océano, se reclina. Tiene una venda blanca delante de los ojos, pero no es necesario creer que ha perdido la vista: por el contrario, la oscuridad le permite intuir una síntesis de las imágenes que ha conocido, una abstracción negra y absoluta. Y respira, imperceptiblemente.
Esperanza viste una túnica verdeazulada, una tela cercana a la transparencia. No está dormida, sino quieta. Girada hacia un lado, sus dos brazos parecen un árbol que no existe. Podría decirse que la esfera se desplaza, y produce diminutos cambios en los trazos de la corriente.
Pero atención al instrumento.
Con el pecho en penumbra, con el cuello en caída hacia un hombro, Esperanza escucha. No digáis que escuchando el silencio. Vendado el rostro, lejano el blanco y desnudo tobillo, su gesto es el del clima: brumoso y desvaído. Imperceptiblemente, respira. Con un delicado esfuerzo del hombro, quieta como un ovillo que empezase a nacer, azul espera. Verdeazul.
Y la lira: madera corrompida por la humedad y el tiempo, la lira de Esperanza. Con los ojos vendados, muy atenta, ella sigue soñando. En sus manos sobrevive la tenue vieja lira con todas, todas sus cuerdas rotas menos una; esa única cuerda que tañen los delgados dedos de Esperanza, acercando un oído a la nota solitaria.
No digáis que escuchando silencio.

(Andrés Neuman, El que espera)

martes, 16 de febrero de 2010

Viajar con Patricia Barber


Bósforo, (Estrecho de Estambul)


Es "Invierno" en Japango (y comienza a sonar "Pedazos").
Al calor húmedo de una gota de sake, es posible sentir que se llega hasta el Mar de Mármara; con varios bocados, la duda desaparece: se está a sólo pasos de la cortina de Constantinopla.
Otro trago, y poco importa dilucidar ya si dicho cuerpo de agua junta o separa verdaderamente a Europa de Asia; Mármora profunda que alberga tanta majestuosidad como devastación.
Naturaleza, ladeándose a su propia medida:
mármol,
sismos, islas;
grandilocuencia,amor.



(s. figueroa. La dirección del sonido)