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viernes, 2 de noviembre de 2012



Desahogarse, variaciones

El huracán Sandy llega a Nueva York, de  Lucas Jackson.


Aguas abiertas, de Brooke Shaden.




miércoles, 3 de octubre de 2012




Il mare si è fermato by Stefano Bollani on Grooveshark

No hay ni un soplo de viento
sin embargo, las cosas continúan 
moviéndose
Pero las cosas nunca cambian
Sólo se mueven de un lugar 
a otro
De repente, el mar ha dejado 
de girar 
la llave en el agua

Los barcos regresan a puerto
hay un hilo ...

domingo, 6 de mayo de 2012


Ich hatte ein Wort (I Had a Word) 

I had a word
a long, homespun one like guttering, with wheels,
narrow like a dugout or something that’s meant to channel cement
no more than a model, stream-lined and wind-swept, but mine


I had a word
a round one, round as an orange
now and then at midnight it lit up the whole interior for me
its fruit was overgrown as in nature
with a photo of the moon beside the bed

Someone has concealed the meaning from me
in a corner very far away hidden too
I’ve got no proof
di di di…


I had a word
an alien one, most inimical to me…
one day it grew with little heads on either side out of my skin
then in the morning we three mustered each other in the mirror 
and found it hard to believe – so unfamiliar

somehow it then also disclosed itself to me
no longer kept itself hidden in its corner
there was the proof
di di di…


I’ve travelled to the farthest corners 
in search of the meaning, of this proof
of a word I now finally know again
that I bore within myself that I will never surrender again
I will never ever surrender it again…

domingo, 1 de abril de 2012

"Sucede que las orejas no tienen párpados"
de Pascal Quignard


(Dibuja Emilio el sonido)


Todo sonido es lo invisible bajo la forma de un abridor de envoltorios. Se trate de cuerpos, de habitaciones, de departamentos, de castillos, de ciudades amuralladas. Inmaterial, franquea todas las barreras. El sonido ignora la piel, no sabe de límites: no es ni interno ni externo. Ilimitante, es ilocalizable. No puede ser tocado: es lo inasible. La audición no es como la visión. Lo contemplado puede ser abolido por los párpados, puede ser detenido por el tabique o la tapicería, puede ser vuelto inaccesible de inmediato por la muralla. Lo que es oído no conoce párpados ni tabiques, ni tapicerías ni murallas. Indelimitable, nadie puede protegerse de ello. No hay punto de vista sonoro. No hay terraza, ventana, torre o ciudadela que ofrezcan un punto de vista panorámico para el sonido. No hay ni sujeto ni objeto de la audición. El sonido se precipita. Es el violador. El oído es la percepción más arcaica de la historia personal, incluso antes que el olor, mucho antes que la visión, y es aliado de la noche.

(Sacado de El odio a la música de Pascal Quignard)

miércoles, 7 de marzo de 2012

Atlas descrito por el cielo

(foto por s.f., 2010)

"El señor Polovski"
(de Atlas descrito por el cielo de Goran Petrović)

El señor Polovski entra en el parque con los primeros rayos del sol. Se sienta en su banco preferido y se pone a esperar. Por lo general está semivuelto hacia el monumento a Orfelín que creció en la orilla del sendero de grava blanca. El sol naciente hace este paisaje insólitamente hermoso, pero el señor Polovski no está allí por el monumento de formas gráciles ni por el maravilloso juego de la suave luz de la mañana, tampoco por el aire fresco. Él está allí para esperar.
Cuando el sol empieza a brillar con más decisión, aparecen las palomas y un poco después, los ancianos. Los granos dorados atraen la alegría de los pájaros. El gorjeo se muda de las copas de los árboles a los cuadros de las flores. Pero el señor Polovski tampoco está en el parque para alimentar a las palomas como sus contemporáneos. Él está allí para esperar.
Conforme avanza el día, el parque se va llenando. Ahora ya están los niños, la gente que pasea a sus perros, las parejas de enamorados. Se avivan centenares de cascadas de voces, salpican las gotas centelleantes de la risa. Pero tampoco el desfile de la alegría es importante para el señor Polovski. Él está allí para esperar.
Entonces, después de las diez, un suspiro profundo; el señor Polovski se inquieta. Se vuelve por completo hacia el monumento a Orfelín, el cual ronda incansablemente, lo que él notaba tanto en verano como en invierno, la misma mariposa juguetona. Como cada año, eso lo sorprende por un momento, no obstante, se pone a mirar su reloj cada vez más a menudo, recorre su cabello con los dedos, innecesariamente ajusta las solapas de la chaqueta, pasa la mano por el mentón, endereza las cejas, se pellizca las mejillas y se olvida de parpadear por completo.
El señor Polovski la nota desde lejos, en cuanto aparece detrás de los tilos. Hela aquí, en un traje sastre radiante, color arbusto de ciclámenes, llega hasta el monumento y se dirige por el sendero junto al cual está su banco solitario. Alta, con el pelo suelto, de figura grácil. ¡De qué manera camina! La falda de tela delgada se introduce entre sus piernas de manera excitante. El viento desenfadado enloquece alrededoer de sus mechones. En torno a su cintura, las miradas de los paseantes. Pero ella, ella va directamente hacia él. ¡La grava blanca se desmigaja con sus pasos! ¡La grava blanca susurra con sus pasos! ¡Eso es lo que el señor Polovski espera!
Por supuesto, él sabe que esa chica no va a su encuentro. Ni siquiera la conoce. Pero cuando la misteriosa transeúnte pasa a su lado, cada día alrededor de las once, el señor Polovski se levanta del banco y con la expresión satisfecha en su cara y el corazón lleno como el río primaveral nutrido de agua, se dirige hacia la salida del parque. Sí, piensa entonces, es tan, tan bonito esperar a alguien.