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miércoles, 25 de diciembre de 2019

Un poema de Vicente Gallego

Maneras de escuchar un blues
Es hermosa esta noche de verano,
aunque no más hermosa
que cualquier otra noche de verano.
Es hermosa esta noche en que estoy solo,
y fumo, y he dejado
en penumbra la casa mientras suena
un dulce y triste blues,
un blues tan triste y dulce como otros.
Nada en mí, ni en la noche, ni en la música,
se diría especial, y sin embargo
existe algo muy hondo en esas cosas
que parecen sencillas:
una extraña grandeza que no acaba
de ser exaltación, tragedia, paz,
pero que es todo eso, y es también
un sentir claramente
que para que esto ocurra ha sido necesario
apurar estos años, acumular recuerdos,
haber ganado
y haber perdido tantas cosas.
Para que este piano suene así,
para temblar así con esta música,
ha sido necesario
ir llenándola poco a poco
de belleza y de daño, ir llenándola
con nuestra propia vida, para que se parezca
a nuestra propia vida, y suene así:
tan insignificante
y tan grande, tan triste, tan hermosa.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Bajo el burlón mirar de las estrellas, poemas de Gustavo Roldán

“Cálida habitación” de Fumi Koike


Aquí y ahora

Y aquí y ahora
en la mitad del camino de la vida
en estos primeros setenta años
emprendo los regresos
que siempre estamos esperando.


Nada es fácil

No es fácil
volver de París
en realidad nunca es fácil
volver de ningún lado.
Demasiadas palabras nos atan
demasiadas lunas y lluvias
y penas.
Eso pasa en París
o en cualquier parte
donde caminamos una calle
en un atardecer.
Ya me fui despidiendo
sin saberlo quizás
de casas y personas.
Tampoco ellas lo saben.
Cómo saberlo 
si nadie conoce
lo que haremos mañana.
Pero esa calle esa puerta
esa mujer...
aquella voz...
el ruido de esos pasos...


Las puertas del cielo

Toqué el cielo con las manos
pero eso es poco
bebí el jugo del cielo
ese desatino
que enloquece a los hombres
y quise más.
Nunca estaré conforme
ni podré olvidar
las puertas de la dicha.


Dónde la luz

Gastamos las horas y los días
como una mariposa alrededor de la luz.
¿Era la luz?
¿O nos equivocamos
como la mariposa 
que quemó sus alas
en el fuego de una lámpara?




Arte etrusco en terracota del siglo III a.c. 




Ese gesto de una mano

Imposible olvidarlo
porque se parece
a la melodía de los sueños
una mano que toma una mano
una mano que aprieta y atrae
hacia la forma perfecta de la dicha.


Quien podrá comprender

Quién podrá comprender
cierto amanecer y cierta sombra
el merecido olvido de algún rostro
que sin embargo vuelve y se repite
y el inútil intento de grabar
tu mirada y tus dientes
o lo misterioso del perro
que ha pasado la noche sin ladrar.
Un espejo roto
no se convierte en dos pedazos
sino en dos espejos.


Afuera es noche y llueve tanto

¿Habrá sido como esta
la noche del diluvio?
Aquella noche
cuando los afortunados
subieron al arca
y posaron sonrientes
para los fotógrafos
que cumplían su misión
con los pies en el agua
con el agua hasta las rodillas
con el frío hasta la cintura
con el agua al cuello
y finalmente
dando brazadas de espanto.
Los últimos 
los que sabían nadar
sacaban una toma final
y se hundían desesperados
por las fotos
que ya nunca
podrían revelar.
Lástima grande
no quedó
ningún documento
para la historia.


Punto final

No hay retorno.
Qué nos queda sino cuidar la memoria
y regar esa planta salvaje
que trata de salvarnos.
Nunca sabremos
qué era lo mejor
pero elijo lo amargo
lo atroz de la memoria
y reniego del olvido.


Me conformo con poco

Me conformo con poco
casi ni espero
el castigo de los asesinos.
Demasiados cómplices los protegen.
Entonces
cuido mi corazón
escojo las noticias de los diarios
y me alejo
de las causas perdidas.
Pero no hay caso
vuelven
siempre vuelven.

(Gustavo Roldán, Bajo el burlón mirar de las estrellas)